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18 de octubre de 2015

Una mañana de tantas...

Está aclarando y ya la luz se filtra por la ventana, mi casa está rodeada de baldíos con arboles altos y a cincuenta metros comienza el campo; razón por la cual, la actividad de los pájaros es importante... los más madrugadores son los tordos, luego comienzan los horneros, chimangos, algún tero y más tarde los gorriones se adueñan del barrio con su frenético ritmo. Canta un chingolo con su canto típico anunciando viento... -hoy no se va a poder fumigar- (me digo) y ya me levanto porque sé que será imposible dormir un minuto más aunque sea feriado.
Me visto, tomo mis medicamentos y pongo a calentar el agua; lavo el mate, lo escurro,lo seco y le pongo yerba. No más de tres cuartas partes; la inclino, desde un borde hasta casi el fondo del mate y agrego el agua chorreando por la pared del lado vacío para que se vaya levantando y mojando desde abajo. Recién cuando se llena el mate "clavo" la bombilla en el mismo sitio donde "chorreé" el agua, tapando con mi dedo pulgar la embocadura, para que no le entre polvillo. El agua tiene que estar a punto; hay que cebar bien contra la bombilla. Es lindo ver toda esa yerba seca en la superficie, sentir ese amargo suave despertando los sentidos y mirar el cielo por la ventana de mi "parrilla-escritorio".
Prendo la notebook y lo primero que abro son los portales de clima en La Pampa y me digo una vez más: -¡carajo!¡el chingolo no le erra! hoy tampoco se va a poder fumigar...-
Les mando un abrazo y un buen mate amargo a la distancia.

Ing.Agr.: Sergio La Corte