El margen bruto es un procedimiento que nos permite conocer el resultado tanto físico como económico de cada actividad dentro de la producción agropecuaria.
Lo ya conocido…
El margen bruto es un procedimiento que nos permite conocer el resultado tanto físico como económico de cada actividad dentro de la producción agropecuaria. Es así que puede estar referido a un cultivo determinado, a la producción de carne, o de leche. E incluso, más recientemente, se ha utilizado para calcular el resultado económico no ya de una campaña o ejercicio determinado, sino de toda una rotación, es decir de un período de tiempo determinado, que abarca varios ejercicios. El objetivo de este último cálculo es considerar no ya el resultado económico puntual de tal o cual cultivo sino llevarlo a una mirada de mediano plazo, y evaluar un período de varios años. Ahí entran a tallar entonces las diferencias entre los sistemas de monocultivo (generalmente de soja) versus aquellos que incluyen gramíneas (trigo, maíz, sorgo, etc.) en la rotación. Y sería materia de todo un artículo referirse a este tema.
Pero volviendo al margen bruto, como herramienta tanto de análisis de lo ya ocurrido pero también como método de planificación, es de gran utilidad. Es decir, tanto a la hora de formular un diagnóstico de lo ya acontecido, léase margen bruto histórico, como así también como método de planificación de uso muy difundido.
En el caso de la ganadería, para llegar al margen bruto se agrega a los costos directos la llamada diferencia de inventario de hacienda. Esta refleja el crecimiento o decrecimiento de dicho stock entre inicio y cierre de ejercicio, expresado en kilos y luego llevados a pesos, tomando los valores a cierre de ejercicio.
Diferencia de inventario de hacienda= Existencia de hacienda a cierre – Existencia de hacienda a inicio
Es decir que esa diferencia de hacienda puede ser positiva o negativa: en el primer caso se puede de hablar de una capitalización en la actividad, mientras que en la segunda se trata de una descapitalización. No es el propósito de este artículo referirnos a la manera de calcular el margen bruto sino hacer un breve repaso de lo ya conocido para seguir adelante en lo que sí puede ser algo novedoso. Veamos…
¿Y lo nuevo?
A raíz de este ítem de diferencia de inventario que se agrega en las actividades ganaderas con respecto a la agricultura, ha comenzado a tomar difusión la incorporación en los márgenes agrícolas lo que podría asimilarse a la diferencia de inventario de hacienda. Pero que en este caso representa la situación de nutrientes en el suelo tanto a inicio como a cosecha de cada cultivo. El propósito es poner énfasis en que el capital suelo también cuenta a la hora de calcular los resultados obtenidos en cada cultivo.
Todo cultivo realiza a lo largo de su ciclo una extracción de nutrientes del suelo, de modo que el contenido, tanto de macro como de micronutrientes en el suelo, no es el mismo al inicio y al cierre del ciclo del cultivo. Es la fertilización la que se encarga de reponer, a veces en forma parcial, esa extracción de nutrientes.
Si observamos lo que ha venido pasando en gran parte del territorio sembrado en Argentina, se viene produciendo con el paso de los años una declinación en los niveles de varios nutrientes importantes. De modo que al aplicar ese concepto de diferencia de inventario, en este caso referido a los nutrientes del suelo, resulta una diferencia de inventario de nutrientes negativa. Y no es un detalle menor ni mucho menos.
El resultado físico y económico del cultivo en cuestión puede haber sido favorable, digamos por ejemplo 1.690 $/Ha. Medido en la forma tradicional de cálculo del margen bruto (Ingreso – Costos directos). Pero eso no hace referencia al balance de nutrientes en el suelo. Y si, por dar un ejemplo ilustrativo, resultara que por el descenso de nutrientes en el suelo, la diferencia de inventario de los mismos, valorizada en dinero, fuera de – 400 $/Ha. quiere decir que el margen bruto final ha sido de 1.290 $/Ha. en lugar de los 1.690 $/a calculados originalmente.
Dif. de inv. de nutrientes = Stock a cierre – Stock a inicio
Es importante tener en cuenta que cuando se calcula la diferencia de inventario en ganadería, se hace tomando el stock de hacienda a inicio y cierre. Pero en el caso del suelo, es necesario ampliar la visión. Porque si ya a inicio el contenido de nutrientes, o cierto nutriente en particular, por ejemplo el fósforo, ya era bajo, hablemos de por ejemplo 8 partes por millón, y al finalizar el ciclo del cultivo continuó bajando, para ubicarse en 5 partes por millón, debemos tener en claro que a la diferencia de inventario negativa de ese ciclo se agrega la “descapitalización” de nutrientes que se viene dando en ese suelo una campaña tras otra. Es decir que se trata de un proceso acumulativo, y por lo tanto, tampoco esperemos que en una campaña podamos volver a los niveles mínimos de nutrientes en el suelo. Ello supondría una inversión muy importante en fertilización, y sería prácticamente inviable desde el punto de vista económico. En todo caso, deberá emprenderse una política de fertilización que a través de varias campañas permita recomponer el panorama de nutrientes de ese suelo.
Ahora bien, en realidad, esa diferencia de inventario correspondiente a la situación de nutrientes en el suelo no solamente es necesario aplicarla a los márgenes agrícolas sino también a los ganaderos, tanto se trate de producción de carne como de leche. Porque tanto la agricultura como la ganadería realizan una extracción de nutrientes del suelo que es necesario devolverle al suelo.
Diversas situaciones…
El hecho de que esa llamada diferencia de nutrientes resulte positiva, significa que no solamente se han aplicado fertilizantes para abastecer las necesidades del cultivo en cuestión, es decir reponer lo que dicho cultivo extrae del suelo, sino que además ha quedado un remanente adicional en el suelo. Es el caso de aquellos productores que se ponen como meta, por ejemplo, y cito ejemplos reales, llegar a que el contenido de fósforo de sus suelos sea de 22 partes por millón. Esto implica entonces una fertilización más importante que la que requiere las necesidades del cultivo, por supuesto con mayores costos, pero con un objetivo claro, que además está cuantificado, no habla solamente de aumentar el contenido de fósforo del suelo, sino que le pone un umbral, y ello implica una continuidad en la tarea de fertilización, ya un objetivo de esta naturaleza no se logra de una campaña a otra simplemente.
Ahora bien, esa diferencia positiva de fertilidad lograda, que suma en el margen bruto, tiene como contracara entonces los gastos de fertilización, que aumentan el rubro de los costos. Desde el punto de vista patrimonial, y referido al capital suelo, es una forma de capitalización por parte del productor. Desde el punto de vista financiero, no deja de ser un gasto importante que habrá que considerar cómo llevarlo a cabo, a partir de la elaboración de un presupuesto financiero, no ya de corto plazo (hablando del ejercicio en curso) sino de mediano plazo.
Situación de los pooles.
En tiempos como los actuales, en que gran parte de la superficie sembrada está tercerizada en Argentina, el productor, convertido en rentista, percibe un ingreso en dinero en carácter de arrendamiento, según la modalidad acordada. Pero es necesario tener en cuenta cómo resulta la sumatoria final de “ingresos”, o patrimonial, cuando se considera además la evolución en el contenido de nutrientes del suelo. Si en el campo, por poner un ejemplo, con datos de fantasía, Ricardo M. ha venido percibiendo un arrendamiento promedio de 350 dólares/hectárea en cada una de las seis campaña que viene arrendando el campo a un tercero para cultivos de cosecha, él tiene una idea clara de cuáles han sido sus ingresos a la fecha.
Pero aún falta considerar qué es lo que ha venido pasando con el suelo de esa superficie arrendada. Y si, por ejemplo, el resultado es que el contenido de fósforo disponible en el suelo, en el promedio de lotes, ha descendido al cabo de esas seis campañas de 15 a 9 partes por millón, hay una diferencia de inventario de contenido de fósforo negativa. Y estamos hablando de un nutriente que en términos económicos, a la hora de reponer sus niveles vía fertilización, tiene un valor muy importante en el mercado.
La pregunta que más de uno puede hacerse a esta altura es si fue mejor estrategia cobrar toda la renta del alquiler, y destinarla a otros fines sin considerar la parte de fertilización, devolución de nutrientes al suelo, o si hubiera sido más conveniente que parte de esa renta hubiera sido destinada a reponer en el suelo lo que los cultivos van extrayendo…
Es más, con el paso de las campañas, quienes se hacen cargo de la agricultura tercerizada, de un tiempo a esta parte están tomando en consideración a la hora de fijar el monto del arrendamiento a pagar, cuál es el nivel de cada uno de los nutrientes de ese suelo, con especial énfasis en el fósforo. Y hasta ya es factor que influye a la hora de fijar el valor de venta de un campo el contenido de nutrientes.
Ya no es lo que fue durante décadas, que cuando se trataba de fijar el valor tanto del arrendamiento como del precio de venta, poco importaba su contenido de nutrientes.
Primaban otros factores, pero a ellos se ha agregado este parámetro de la fertilidad.
Con la incursión y avance de la siembra directa se han atenuado muchos de los procesos erosivos que afectaban grandes superficies. Pero para dejarlo en claro: la siembra directa favorecer la fertilidad física (cobertura, porosidad, estructura), pero no la química. En esta última solamente tiene influencia la fertilización, sea natural (fijación de nitrógeno por parte de las leguminosas) como la aplicada.
El camino a seguir…
El camino para llegar nuevamente a valores por lo menos en umbrales mínimos de nutrientes en el suelo será más corto para algunos, más largo para otros…
Cuanto más tiempo haya pasado de no haber devuelto al suelo lo que se ha venido extrayendo, mayor será el desbalance, y por lo tanto, mayor reposición de nutrientes por delante, con lo que ello entraña desde el punto de vista económico.
Con el paso del tiempo, la tendencia es al aumento del precio de los fertilizantes. De modo que reponer, por poner un ejemplo, ciertas cantidades de nutrientes al suelo, se viene encareciendo a medida que se demora la decisión de llevarlo a cabo.
Con una urea, fertilizante considerado como uno de los más baratos, ya alcanzando los 700 dólares por tonelada, los montos para reponer la fertilidad del suelo no son menores. Si consideramos, a modo de ejemplo lo que significa una dosis de 100 kilos de urea/Ha, esos 70 dólares, que pasan a ser prácticamente 80 con la aplicación incluída, representan, sobre un arrendamiento de 300 dólares/Ha., es decir un 27%, más de la cuarta parte.
Como para pensarlo…
Es por eso que, como estrategia, el primer paso será encarar un mapeo de fertilidad del campo, para luego diseñar la estrategia a seguir. A qué lotes darle prioridad, a qué ritmo avanzar campaña tras campaña en la reposición de nutrientes, qué proporción de la renta como arrendatario destinar al aporte de nutrientes, entre otros…
Y más aún…
Y habiendo hecho todas estas consideraciones sobre la implicancia de la provisión de nutrientes en el resultado del margen bruto, tanto en agricultura como en ganadería, propongo que las cosas no terminen allí sino que vayan más allá.
Es decir, no sería mala idea que ese contenido de nutrientes que hay en los suelos de cada empresa pase a ser tenido en cuenta como otro rubro del activo, junto con el capital tierra, las cabezas de hacienda, las disponibilidades financieras y el parque de maquinarias.
Y no creo que se trate de una exageración. Es al fin y al cabo parte del capital de la empresa, desde le momento que está integrando nada menos que la parte más importante del activo de toda empresa agropecuaria: el capital suelo…
Ing. Félix Fares
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